Aviso de la posibilidad de spoilers, si es que es necesario avisar de spoilers de novelas infantiles. Pero por si acaso.
Ahora que estrenan Donde viven los monstruos ( Where the Wild Things Are en el original) y la crítica está polarizada entre «es gafapásticamente perfecta» y «los niños van a tener pesadillas durante un mes» me ha venido a la mente un asunto que hace tiempo que le estoy dando vueltas.
No me dí cuenta de que había crecido leyendo un tipo concreto de libros infantiles hasta hace relativamente poco tiempo; mi infancia la ocuparon, literariamente hablando, bichos como los Batautos de Consuelo Armijo, alguna incursión en la kilométrica colección de Los Cinco y cantidades ingentes de tebeos. No sospechaba que existía gente empeñada en producir libros infantiles claramente antipáticos, ignoro si porque les sale así de forma natural o porque pretenden demostrar algo con ello.
Me explicaré. Mi ejemplo favorito es Un Puente hacia Terabitia, libro que yo desconocía hasta que se hizo la película hace unos pocos años. Se me ocurrió buscar información sobre la novela antes de plantearme ver la película – que por el trailer se parecía un poco a una Narnia de segunda B – y me pareció totalmente depresivo, pero depresivo a mala leche; pronto descubrí que no era una rareza dentro de la literatura infantil anglosajona.
Se empieza dejando claro que el niño o niña protagonista tiene problemas emocionales importantes, posiblemente incluso mentales (aunque esto último no se suele expresar directamente); como fruto de esos problemas, se inventan un mundo de fantasía que es reflejo de alguna forma del mundo real y pasan gran parte del tiempo ahí metidos. Luego ocurre una gran desgracia, normalmente se muere un ser querido y se supone que a raíz de eso el personaje madura de alguna forma.
La verdad es que me parece una cosa muy antipática. Soy muy partidaria de no dulcificar en exceso las historias infantiles, pero una cosa es eliminar todo rastro de tristeza y violencia y otra es… eso. Contarles a los niños una historia que dice que la fantasía es mentira y acabarás superándola cuando crezcas; que refugiarse en dicha fantasía es cosa de inadaptados, niños problemáticos o mentalmente inestables; que la desgracia te atrapará siempre. Un puente hacia Terabithia es especialmente antipática porque además la trágica muerte viene cargadita de culpa; el protagonista pasa el dia en un museo de arte con su profesora, pasa el mejor día de su vida… al volver su mejor amiga se ha matado en un accidente, y se deja entender que ocurre porque él no estaba.
…¿qué diablos de mensaje es ese para los chavales? no, borra eso: ¿qué clase de mensaje es ese? no sé, igual estoy errada; reconozco que no lo he leído y me guío por el resumen de la wikipedia, pero me da muy malas vibraciones…
Es como cuando en una película o una novela utilizan ese par de recursos generalmente odiados: «era un sueño» y «en realidad está loco y todo es producto de su mente enferma». Si, vale, muy ingenioso*, pero la mayoría de los lectores se van a sentir estafados. Si eso lo haces en un libro infantil, es que directamente eres un aguafiestas.
* en realidad, hace años que ya no.
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Se ve que no soy la única que piensa que hay una superabundancia de adultos antipáticos en esto de los libros infantiles (via NY Times). Se me olvidaba el subgénero «Maripili se droga» o «El papá de Nacho es alcoholico».
Mes: diciembre 2009
Que no lo digo yo, que lo dice Wendy Pini:
«But mine was a problem that I have seen crop up time and again in the
portfolios of aspiring young female cartoonists or comic book artists. Girls soothe
the lines they draw, smoothing them down as though carefully making beds. A fine
feminine eye for aesthetic detail proves limiting when a character should be drawn
massively. It’s a difficult phase that young women cartoonists in particular go
through when having to caricature male anatomy. Often excel in line, but not in structure.»
Wendy Pini, hablando de su proyecto no realizado para una película de animación de Elric.
Si sois mujeres dibujantes, os sonará más como el comentario que todas hemos oído de «es que sólo dibujas cosas monas» o «sólo dibujas tios buenos», según.